Recuerdo que las primeras lecciones de literatura con quince años empezaron con Góngora. Vaya por delante el respeto que me merece cualquier tipo de literatura, sin embargo considero que cuando se establece una relación de cualquier tipo (y por supuesto con la literatura) esta ha de basarse en aspectos que consigan emocionar para hacer rodar la relación a propósitos mayores. Por ello, desobedeciendo a lo establecido, empecé a leer a Becker y a los románticos de forma que sin quererlo conseguí traer la literatura a mi vida, a aquello que me resonaba en su momento.
La educación actual, tal cual como está concebida no alienta el autodescubrimiento, nos afinca en lo establecido, en los viejos paradigmas. Y con viejos paradigmas no me refiero a los paradigmas que son principios (honestidad, responsabilidad, esfuerzo…) que no solo no han de cambiar sino que han de robustecerse. Me refiero a fórmulas forjadas en la era industrial no del conocimiento (que sería la actual). En aquella era (hablo de los años 50-60) la vida era muy diferente y existía interés en un control de los designios del pueblo (este interés no ha persistido pero tiene otras manifestaciones), por ello la educación respondía a intereses sustancialmente diferentes para que los estados (a menudo dictatoriales) controlaran el desarrollo de la persona.
Hoy eso ha de morir. Por ello, no necesitamos más apartarnos de la belleza, de lo revolucionario del conocimiento, de la pasión intrínseca hacia las grandes materias, de las grandes preguntas sin respuesta, de las respuestas que no nos conforman; queremos ser inconformistas, atravesar ese tramo de abismo que nos separa de nuestro verdadero potencial, queremos salir al mundo y decir alto que estamos dispuestos a pagar el precio de una vida unida a nuestra verdadera luz, talento. Queremos ser portavoces de posibilidades. Queremos creer en nosotros. Queremos una educación diferente en la que se estudien aquellos que han abanderado este cambio (aquellos que han abanderado EL CAMBIO).
Queremos que nuestros hijos lean a Eduardo Galeano y a Lorca y a Whitman, queremos que en las escuelas se ponga el acento en el desarrollo de las inteligencias múltiples de Howard Gardner, que se enseñe el poder del pensamiento sinérgico, de la vida que hay detrás de los lugares incomunes, de desafiar el status quo, del poder de la reflexión y la quietud. Queremos profesores que hablen con pasión desmedida de Nelson Mandela, que miren a los ojos de nuestros hijos y les digan que hagan de su vida algo maravillosa. Queremos que nuestros hijos hablen inglés de manera fluida y también otros idiomas. Queremos que nuestros jóvenes descubran y que no memoricen más… que no memoricen nada (casi nada).
Queremos hacer nuevos los viejos principios y tirar lejos todo aquello que se ha vestido de principio pero que solo perseguía colocar nuevos yugos para hacer nuevos esclavos.
A ti que me lees, te pregunto… ¿crees de verdad que se podrá salir de esta situación que vivimos (crisis, desencanto, falta de propósito) sin una catarsis, revolución en la educación?
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Pedro Morchón Camino
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Coach certificado por Asociación española de coaching ejecutivo (AECOP) y la Asociación española de programación neurolingüística (AEPNL)